21 de febrero de 2012

LOS MITOS GRIEGOS de Robert Graves

Enlace al texto completo en formato PDF: GRAVES, R.: Los mitos griegos


PRÓLOGO
Desde que revisé Los mitos griegos en 1958 he vuelto a meditar
acerca del dios borracho Dioniso, de los centauros con su
reputación contradictoria de prudencia y mala conducta y también
sobre la naturaleza de la ambrosía y el néctar divinos. Estos temas
están estrechamente relacionados, porque los centauros adoraban
a Dioniso, cuyo salvaje banquete otoñal se llamaba «la
Ambrosía». Ahora ya no creo que cuando sus Ménades recorrían
airadas el campo despedazando a animales o niños (véase 27.f) y
se jactaban después de haber hecho el viaje de ida y vuelta a la
India (véase 27.c) se habían embriagado únicamente con vino o
con cerveza de hiedra (véase 27.3). Las pruebas, resumidas en mi
What Food the Centaurs Ate (Steps: Cassel and C° 1958, páginas
319-343), sugieren que los Sátiros (miembros de tribus cuyo
tótem era la cabra), los Centauros (miembros de tribus cuyo tótem
era el caballo) y sus Ménades utilizaban esas bebidas para
suavizar los tragos de una droga mucho más fuerte: a saber, un
hongo crudo, amanita muscaria, que produce alucinaciones,
desenfrenos insensatos, visión profética, energía erótica y una
notable fuerza muscular. Este éxtasis, que dura varias horas, da
paso a una inercia completa, fenómeno que explicaría la fábula
según la cual Licurgo, armado con sólo un aguijón, derrotó al
ejército de Ménades y Sátiros borrachos de Dioniso después de su
regreso victorioso de la India (véase 27.e).
En un espejo etrusco aparece grabado el amanita muscaria a los
pies de Ixión un héroe tesalio que comía ambrosía entre los dioses
(véase 63.b). Varios mitos (véase 102, 126, etc.) concuerdan con
mi teoría de que sus descendientes, los Centauros, comían ese
hongo, y, según algunos historiadores, lo emplearon más tarde los
nórdicos «frenéticos» para adquirir una fuerza temeraria en la
batalla. Ahora creo que la «ambrosía» y el «néctar» eran hongos
intoxicantes; sin duda el amanita muscaria, pero quizá también
otros, especialmente un hongo de estercolero pequeño y delgado
llamado panaeolus papilionaceus, que produce alucinaciones
innocuas y muy agradables. Un hongo bastante parecido a éste
aparece en un jarrón ático entre los cascos del Centauro Neso. Los«dioses» para quienes en los mitos se reservaban la ambrosía y el
néctar eran sin duda reinas y reyes sagrados de la era pre-clásica.
El delito del rey Tántalo (véase 108.c) consistió en que violó el
tabú al invitar a plebeyos a compartir su ambrosía.
Los reinados sagrados de mujeres y de hombres se extinguieron
en Grecia; la ambrosía se convirtió entonces, según parece, en el
elemento secreto de los Misterios eleusinos y órficos y de otros
asociados con Dioniso. En todo caso, los participantes juraban
guardar silencio acerca de lo que comían y bebían, tenían visiones
inolvidables y se les prometía la inmortalidad. La «ambrosía» que
se concedía a los vencedores en las carreras pedestres olímpicas,
cuando la victoria ya no les confería la dignidad de rey sagrado,
era claramente un sustituto: una mezcla de alimentos cuyas letras
iniciales según demostré en What Food the Centaurs Ate,
formaban la palabra griega que significa «hongo». Las recetas
citadas por los autores clásicos para el néctar y el cecyon, la
bebida con sabor a menta que tomó Deméter en Eleusis, también
formaban la palabra «hongo».
Yo mismo he comido el hongo alucinante llamado psilocybe,
una ambrosía divina utilizada por los indios masatecas de la
provincia de Oaxaca, en México; he oído a la sacerdotisa invocar
a Tlaloc, el dios de los hongos, y he visto visiones
transcendentales. Por este motivo convengo totalmente con R.
Gordón Wasson, el descubridor americano de este rito antiguo, en
que las ideas europeas acerca del cielo y el infierno pueden muy
bien haberse derivado de misterios análogos. Tlaloc fue
engendrado por el rayo; también lo fue Dioniso (véase 14.c); y en
el folklore griego, como en el masateca, también lo son todos los
hongos, llamados prover-bialmente «alimento de los dioses» en
ambos idiomas. Tlaloc llevaba una corona de serpientes, y
Dioniso también (véase 27.a). Tlaloc tenía un refugio bajo el
agua, y también lo tenía Dioniso (véase 27.c). La costumbre
salvaje de las Ménades de arrancar las cabezas de sus víctimas
(véase 27.f y 28.d) podría referirse alegóricamente al
desgarramiento de la cabeza del hongo sagrado, pues en México
jamás se come el tallo. Leemos que Perseo, un rey sagrado de
Argos, se convirtió al culto de Dioniso (véase 27.j) y dio a
Micenas ese nombre por un hongo que encontró en aquel lugar yque al arrancarlo descubrió una corriente de agua (véase 73.r). El
emblema de Tlaloc era un sapo igual que el de Argos; y de la
boca del sapo de Tlaloc en el fresco de Tempentitla brota una
corriente de agua. ¿Pero en qué época estuvieron en contacto las
culturas europea y de la América Central?
Estas teorías exigen una mayor investigación y por lo tanto no
he incluido mis hallazgos en el texto de la presente edición. La
ayuda de cualquier experto en la solución del problema sería muy
apreciada.
R. G.
Deyá, Mallorca, España 
1960

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